julio 03, 2017

"La Guerra del Corazón Oscuro". Capítulo 4.

ANTES DE EMPEZAR A ESCRIBIR Y VOSOTR@S A LEER, CREO QUE OS DEBO UNA EXPLICACIÓN. Veréis:
Lo primero de todo, disculparme por tardar tantísimo entre unos capítulos y otros, no es mi intención ni os he olvidado ni ninguna historia de esas. Simplemente, he estado algo enfrascado en distintas cosas que me han ido robando tiempo poco a poco ("El Tiempo es un ladrón", que diría Alicia Kingsleigh) y, además, otras veces no encontraba la inspiración ideal para continuar la historia.
Esto último es un poco confuso ya que había (y hay) bastantes ideas interesantes pero, a la vez, me falta muchas veces el puntito oscuro con el cual empecé el relato en una etapa en la que andaba cabreado con el mundo; y es ese sentimiento, la rabia, lo que me falta para continuar con tanta pelea y tal, qué irónico sabiendo que ahora estoy en una racha super feliz y alegre.
En fin, espero que aceptéis esto como pequeña disculpa y, a partir de ahora, Ethan a tope aquí en el blog que yo también tengo ganitas de saber qué leches le va a pasar (así, creando hype de la nada...).

CAPÍTULO 4

Una vez en la cocina, encendí la luz y fui directo a la cafetera. Mary me seguía por detrás, realizando torpes intentos por intentar llamarme mientras a mi me temblaban las manos y las piernas tras la sorprendente noticia. El agobio era tal que hasta noté mi respiración entrecortada y mi corazón disparado queriendo salirse del pecho, una imagen que, en el ambiente que se respiraba por mi casa aquella noche, encajaba perfectamente y no hubiera sido tan descabellada que ocurriera.
Abrí un armario y saqué varios vasos, dando un portazo al cerrarlo y otro golpe al dejar los vasos en la encimera, casi al borde de hacer cacharros con cada uno de ellos. Definitivamente estaba fuera de mí, pero no en el buen sentido. Pero, inteligente de mí, decidí que era una magnífica idea coger al cafetera y echar el café en los vasos yo solo. ¡Qué héroe! ¡Y qué deplorable la imagen al levantar la cafetera y ver cómo ésta bailaba al ritmo de "Pinball Wizard" acompasada con mis manos! Suerte que no estaba solo o el supuesto héroe del infierno acabaría con el café todo por encima y rodeado de cristales mientras andaba descalzo por la cocina. Sí, creo que esta vez hubiera caído demasiado bajo.
-¡Ethan, para! Mejor déjame a mi, por favor.
-Sí. Sí, tienes razón. Yo... voy a... sentarme y beber agua para pasar el mareo. O tequila. Quizá eso me haga perder la cabeza y elimine la pesadilla. Esto... ¿Lo que ha dicho ese tío es verdad?
-Lo siento. Se que no es fácil darse cuenta de todo lo que sucede alrededor en este momento y ver que lo de fuera depende solo de ti.
-Vale, pongamos que ese pavo...
-Deja de llamarlo así, es tu padre.
-¿Y tú mi hermana?
-¿Qué dices? ¡No! Afortunadamente, no. Quiero decir, no te podría aguantar durante toda la eternidad.
-Vale, vale. Volvamos a la habitación. ¡Eh, nuevos amigos!- Asomé mi cabeza por la puerta de la cocina para avisar a los asesinos que estaban sentados en el salón- Ya tenéis el café preparado por aquí, si queréis pasaros a cogerlo.

Increíblemente, estos se levantaron y me lo agradecieron con una sonrisa, como si el café fuera una muestra de respeto para ellos, un regalo afectivo por sellar nuestra colaboración en lo que sea que estuvieran metidos. No se describirlo bien con palabras, pero en mi interior esa situación generó una sensación de alivio e incluso me ayudó a esbozar una pequeña sonrisa, lo justo para decidirme a entrar de nuevo en la habitación de mis padres y hablar con el bueno de Meph.
Nada más entrar, me encontré a mis padres sentados a un lado rodeados de los libros que yo había coleccionado y leído a lo largo de mi vida; al otro lado, Meph revisaba algunos de ellos minuciosamente: eran los libros de Historia del colegio, los relatos históricos veraniegos y mi colección de cómics.
-Me alegra saber que te has formado bien durante este tiempo, hijo. Y esa colección de cómics debo admitir que es formidable, no se cuánto dinero te has dejado pero estoy seguro que ni todos los millones del mundo podrían compensar su valor.
-En fin, qué puedo decir, siempre me ha maravillado la lectura, sumergirme en sus historias, creerme un gran capitán que lucha contra malvados, sobrevolar el mundo en dragones, ser un superhéroe con capa y las mejores chicas del mundo... ¿Qué chico en crecimiento no desea todo eso?
-En lo cierto estás, hijo mío. Respecto a eso último, ¿estás ya preparado?
-No, aun no, creo que nunca lo voy a estar así que tú solo cuéntamelo todo, será mejor así.
-Tienes los nervios de un mortal, la paciencia de tus padres y la mala hostia infernal. Verás hijo... Todo comenzó hace años, cuando tenías 5, en esta misma casa. Era Halloween y hacía una noche de perros, con una lluvia torrencial que impedía vislumbrar qué ocurría de aquí a diez metros, sumado eso a rachas de niebla intensa y baja que hacían impracticable el salir a la calle. Tus padres, bueno, se encontraban volviendo a casa en coche en ese momento cuando tuvieron un accidente. Gracias al Destino, salieron ilesos de él pero al abandonar el coche se toparon con una panda de saqueadores con nocivas intenciones que comenzaron a pegarlos.
-Oh, joder... No recuerdo bien aquella noche, pero sí tengo en la memoria ver cómo sangraban ambos. Yo... yo pensé que había sido por el accidente y...
-Y comenzaste a tirar piedras al coche, con fuerza desmedida y quejándote de por qué ese trasto de cuatro ruedas le había hecho daño a tus padres. Entonces, uno de esos tíos, el que llevaba la palanca, te golpeó en la cabeza.

Me quedé de piedra ante todo ese relato y no pude evitar, inconscientemente, llevarme la mano a la cabeza, al lugar donde siempre tuve una cicatriz que asociaba al accidente pero no de esa manera. No, así no, yo siempre pensé que me había desmayado. Ahora todo iba cobrando sentido. Me senté en el suelo, como si de aquel niño de 5 años que escuchaba las batallas bélicas de su abuelo se tratara, y pedí que continuara.
-Bien, lo haré. Tus padres estaban a la merced de aquel payaso asesino tras tu desmayo. Un tío, alocado como él solo, con una palanca en la mano y deseando sangre de todo lo que tuviese alrededor. Una oportunidad de oro para un asesino, que tuvo la mala suerte de encontrarse conmigo en ese momento. Detuve a ese psicópata, lo maté y vi cómo tus padres salían corriendo hacia casa, así que decidí cogerte en brazos mientras te desangrabas y curarte con mis poderes.
-¿Cómo me... curaste? ¿Me curaste? ¿Se dice así?
-Te congelé el corazón, invadiendo tu sangre de partículas oscuras. Como Maléfica a La Bella Durmiente, te convertí en un superviviente. Pasaste de ser víctima de un cruel asesinato y abandonado a merced del frío a un superviviente elegido para la batalla. Tras esto, llegué a tu casa donde me reuní con tus padres contigo aun en brazos y... expliqué muy amablemente que tu madre y yo tuvimos una aventura en su día, antes de estar ellos casados, y que tú eras el fruto...
-Sí, sí, esa parte la puedes omitir, veo porno ¿sabes? Se cómo se hace y de dónde viene todo, no hacen falta detalles escabrosos.
-De acuerdo, pasemos al final cuando tu padre aceptó mantener en secreto todo esta historia hasta que llegara el día de empezar la batalla.

¡Vaya, oculto en secreto! De repente, me sentía un alienígena que había llegado con mil kilos de poderes, mirada láser, capa roja y una fortaleza de la soledad a la Tierra y había caído en el lugar equivocado de Estados Unidos. Pero me seguía preguntando qué cojones era esa batalla que habían mencionado tantas y tantas veces ya en la misma noche.
-Oh, vaya. Se me ha acabado el café de la taza, iré a por más y ahora seguimos, ¿vale? No te lo tomes a mal, es solo una pequeña pausa publicitaria.

Según salí, vi a Mary sonriéndome como una tonta, como si se burlara de mi por haberme declarado a la chica que me gusta o como cuando mandas a tomar vientos a tu jefe delante de tu grupo de amigos y amigas.
-Ya solo te queda la batalla, ¿verdad? Aquí empieza lo bueno, chiquitín.

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