febrero 20, 2017

"La Guerra del Corazón Oscuro". Prólogo.


¿Sabéis todas esas veces que habéis deseado cambiar vuestra vida y habéis recibido como respuesta lo típico de "eh tío, cuidado con lo que deseas, estás jugando con fuego"? Bien, pues yo soy ese tío que siempre se calla aunque lo piense mientras todo alrededor parece desmoronarse a escasos centímetros de él.
Y está bien, ya que nunca hasta ahora me había visto obligado a enfrentarme a una idea. Sí, lo sé, puede parecer arrogante pero nada más lejos de la realidad. Lo que quiero enunciar es que siempre he intentando seguir mis instintos y no salirme nunca de la línea. Si algo me gustaba, seguía ese camino hasta el final y, si se acababa o se torcía, tomaba otros rumbos sin hacer un drama de la situación.
Así fue como empezó toda esta locura, con una mala decisión explotándome en la cara. Os lo contaré...

Corría el año 1994 y yo, Ethan Strowman, era un simple empleado en una empresa de informática. Nada especial,solo era un curro más, pero al menos conseguía ganar algo de dinero que invertía en pagar la casa y en hacer planes con mis amigos.
¿Qué pudo ir mal, diréis? Bien amigos, todo sucedió una oscura y fría noche invernal de un 28 de octubre. Salí del trabajo el último y corrí para coger el metro deseoso de llegar al confort de mi hogar para ver el partido de baloncesto, cuando todo comenzó a enrarecerse. De repente, y sin mucha explicación previa, el tren se detuvo y abrió las puertas sin terminar de entrar a la estación. Pensé que sería un fallo eléctrico hasta que comprobé cómo la gente salía, cabizbajos todos y sin prestar mucha atención a sus movimientos, como si alguien les estuviera ordenando que lo hicieran.

-Oh, disculpe. ¿Sabe qué ocurre?
-¿Cómo dice, señor? -Contestó el maquinista con la voz realmente temblorosa y la mirada perdida.
-Verá, el tren no ha entrado en la estación y, sin embargo, la gente se está bajando y andando por las vías. ¿No es eso un peligro? Quiero decir, ¿es un simulacro o ha saltado algún tipo de alarma?

Entonces noté una mano en mi hombro que me agarraba mientras el maquinista parecía murmurar un "lo siento" mientras me miraba y se marchaba. Al girarme vi a un hombre de edad madura, unos 50 años por su vestimenta, que me sonreía compasivamente y que apoyaba sus brazos en un bastón de madera de agar. "Buen disfraz para un loco", pensé justo en el momento en que interrumpió mi sorpresa para hablarme por mi nombre:
-Tranquilo, Ethan. Suelen saltar todas las alarmas cuando estoy yo pululando por aquí.
-Ah, sí, soy yo. ¿Cómo sabe cómo me llamo? ¿Le conozco yo a usted, señor...?
-Meph Strowman. Y sí, me conoces desde hace mucho tiempo. Soy alguien importante en tu vida aunque tú así no lo veas.
-Vale, esto es muy raro. Oiga, señor, encantado de conocerlo pero verá, prefiero celebrar Halloween mirando pelis porno por la noche y emborrachándome con mis amigos. No se ofenda pero me llama más la atención que el rollo siniestro violador acosahumanos de metro disfrazado que usted lleva. Así que, con su permiso, creo que me bajo aquí también, lo siento.
-Ethan. Volveremos a encontrarnos y, de seguro, que en ese momento decidirás ayudarme. No puedes dejar tu pasado ni lo que eres atrás. Ya sabes, estaré vigilando, hijo.
-Eh... Sí, lo que tú digas. Dios Santo, la gente se vuelve loca por estas fechas...

Al llegar a las escaleras mecánicas, noté un pequeño escalofrío por mi nuca que me hizo girarme, como si algún tipo de fuerza o pensamiento autoinducido me obligara a ello. Al mirar hacia el metro, el hombre ya no estaba y solo intuí a través de los cristales empañados las iniciales "NVP  E.S.". Mi vida había comenzado un cambio brusco y yo ni siquiera era consciente aún de toda la locura que se avecinaba.

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